Santos Patronos de los Monaguillos



Santos Patronos de los Monaguillos


San Tarsicio

Prefirió morir y ser martirizado, antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo

San Tarsicio era un acólito o ayudante de los sacerdotes en Roma.

Después de de la Santa Misa en las Catacumbas de Calixto, el obispo encargó a Tarsicio que llevase la Sagrada Eucaristía a los cristianos que estaban en la cárcel (estaban encarcelados porque creían en Jesús, Hijo de Dios) quienes eran prisioneros por profesar su fe.

Tarsicio al ir por la calle, se encontró con un grupo de jóvenes paganos (pagano se refiere que adoran a dioses desde su propia creencia, como el cristianismo, judaísmo e islam, que se consideran falsos ante la otra religión), entonces le preguntaron: “qué llevaba allí bajo su manto”. Tarsicio no les quiso decir, y los otros lo atacaron despiadadamente para robarle la Eucaristía.


El joven prefirió morir antes que entregar tan sagrado tesoro.


Tarsicio le encomendó que les llevara la Sagrada Comunión a los encarcelados, y murió contento de haber podido dar su vida por defender el Sacramento y las Sagradas formas donde está el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

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Santo Domingo Savio

"Antes Morir que pecar"

Domingo nació el 2 de abril de 1842 en la provincia de Turín, en el norte de Italia, en una familia humilde, pero al mismo tiempo muy fervorosa.
Ya desde tierna edad decidió imitar fielmente a Jesús, alejándose de cuanto lo pudiera alejar de El.

A los 7 años hizo su primera comunión y a los 12 entró en el Oratorio de San Juan Bosco. Bajo la dirección personal del gran santo salesiano se convirtió en tabernáculo del Señor y en modelo y ejemplo de amor a Dios para los demás. Fue un verdadero apóstol y misionero de Jesús, con la simple presencia de su vida.

Prefería escuchar que hablar. Era humilde y respetuoso de todos y tenía una habilidad natural para apaciguar las discusiones y peleas.

Su único interés era Dios y cómo hacer que los demás concentrasen sus energías en servirle mejor a Él. Lo que le faltaba en fuerza física la recuperaba en alteza moral, en fortaleza de corazón y en aceptación de la voluntad de Dios cualquiera que esta fuese.

Domingo murió a tan sólo 15 años de edad. Era el 9 de marzo de 1857.
La delicada salud de Domingo empezó a debilitarse y en 1857, fue enviado a Mondonio para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron que padecía de una inflamación en los pulmones y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento no hizo más que precipitar el desenlace. Domingo recibió los últimos sacramentos y, al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla… " Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras.

Su Santidad Pío XII lo canonizó en el 1954.


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Santo Domingo del Val


Dominguito nació en la ciudad de Zaragoza, capital del Reino de Aragón, en el año 1243. 
Desde pequeño, Dominguito fue infante del coro y monaguillo de la Seo de Zaragoza, a donde iba cada día a ayudar en la liturgia, aprender cantos y rezar. Entre los demás niños y compañeros de la catedral, Dominguito tenía fama de gran devoción y piedad personal.

Durante la edad media, la península ibérica estaba aún en proceso de reconquista, y dentro de sus fronteras vivían personas de distintas razas y religiones. En esa mezcla de culturas, era común encontrar grandes supersticiones y creencias alejadas de la Verdad y la Fe. Hasta la creación del Tribunal de la Inquisición, no había un órgano formal que guiara a los fieles en el discernimiento de la Verdad, y aún así, lo que pertenecía a las demás religiones quedaba fuera de la jurisdicción de la Inquisición, y éstas también estaban invadidas y deformadas por supersticiones y creencias fuera del ámbito estricto de sus creencias.
En el caso de Dominguito del Val, el crimen al que fue sujeto causó una gran indignación en su comunidad, y la naturaleza de estas prácticas era ya muy común. El mismo rey Alfonso X el Sabio escribió en las Siete partidas: «Y porque oímos decir que, en algunos lugares, los judíos hicieron y hacen el día del Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo en manera de escarnio, hurtando los niños y poniéndolos en la cruz, o haciendo imágenes de cera y crucificándolas cuando no pueden conseguir niños.»
El 31 de agosto de 1250, Dominguito desapareció a los siete años de edad, causando un gran revuelo en su familia y en toda la ciudad. A los siete meses de aquel hecho, unos hombres dijeron ver un fuego fatuo en la orilla del Ebro, que es una lumbre que sale repentinamente debido a los gases desprendidos de materias descompuestas. Los hombres avisaron a las autoridades, quienes excavaron y encontraron el cuerpo de un niño, de la edad y complexión de Dominguito. El cuerpo se encontró con agujeros provocados por clavos en las palmas de las manos y en los pies, el costado abierto, y decapitado. Inmediatamente se relacionó este hecho a crímenes cometidos de manera similar, vinculado a rituales de superstición judía medieval.
Dominguito fue canonizado como mártir y su devoción se extendió por toda España. Años más tarde, otros casos parecidos surgieron en la península, como aquél del Santo Niño de la Guardia. En Zaragoza, Santo Dominguito del Val sigue siendo muy venerado, siendo considerado patrono de los monaguillos y de los infantes de la escolanía de la ciudad.



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